Aprovechando los últimos días de sol nos acercamos a La Granja de San Ildefonso para pasar un día inolvidable. El cielo amenazaba con unas nubes desconfiantes, pero en cuanto entramos en Segovia nos saludó el sol y no nos dejó hasta la vuelta. Será la boina… Comenzamos el día con emociones, ya que la penúltima etapa de la Vuelta Ciclista nos tenía preparada una sorpresa en el Puerto de Navacerrada. Con buena música y un pelín de paciencia pudimos llegar a nuestro destino sin mayores imprevistos.

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En cuanto llegamos, nos faltó tiempo para correr a perdernos al laberinto de los jardines del Palacio de la Granja. Nos costó salir un par de horas, y no porque no encontráramos la salida, sino porque jugamos hasta cuatro partidas de Infectados. Había que dar esquinazo a los portadores del virus y la verdad es que solo unos pocos lo consiguieron. Algunos desarrollaron técnicas de mimetización y camuflaje para pasar desapercibidos.

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Después de ver las fuentes del Palacio llegamos a nuestro segundo destino, la plaza de las ocho calles, escenario perfecto para una partida de la Telaraña. Ya rendidos y sedientos de ver tanta fuente monumental buscamos una de la que pudiéramos beber y comimos unos bocatas en el césped.

Rápidamente nos pusimos de nuevo en marcha. Nos esperaba el pantano del Pontón Alto. Sabíamos que no íbamos a encontrar mucha agua, pero no era lo que buscábamos… Este año nos volvimos a dar un “chapuzón” de barro. Un plan que hay que probar para llegar a comprender.