Aunque cantaramos la canción, el sol se hacía de rogar las primeras horas de nuestra convivencia en la Costa del Sol… ¡qué paradoja! El primer día comimos una paella estupenda en casa de los padres de Pablo, en Granada. Nos dio tiempo a darnos una vuelta por el reino Nazarí, rozar Sierra Nevada y admirar de lejos la Alhambra. Pero nuestro destino estaba en la costa. Ya se hacía de noche cuando divisamos Mijas, el lugar que nos acogió por tres días. La primera noche acabamos dormidos (Jaime el primero) frente a una pantalla en la que varios dinosaurios se peleaban. Tan cansado fue el viaje.

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Amaneció un nuevo día y no llegábamos a ver el mar con la densa niebla que nos envolvía. ¡Cambio rápido de planes! Estuvimos en Puerto Banús viendo yates, coches de lujo y hasta helicópteros. Tras un chapuzón climatizado (aún hacía rasca) nos pusimos a comer con una tarde gris en perspectiva. Pero acabar el postre y brillar el sol fue todo uno. No tardamos ni un minuto en plantarnos en la furgo. Nos brilló el sol en la playa de Cabopino y vaya si lo aprovechamos. ¡Desde el primer hasta el último rayo! Jugamos al voley playa, nos bañamos en el mar, hicimos la estrella de Mizar en la arena… y la destrozamos a base de petardos gracias a la pericia de Félix.

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Nos quedaba una noche épica de Monopoly. Miguel nos llevó a todos a la bancarrota y Javi no se lo podía creer. Ya se acababa nuestro viaje y la mañana del lunes nos respondió con una lluvia acorde a nuestro ánimo. Tras otra parada en Granada para ir a Misa, emprendimos nuestro camino a Madrid sin más incidentes que los ronquidos de Pópez.

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