Un día nublado, perfecto para recoger setas. Nacho nos acompañó en nuestra búsqueda de este delicado manjar de la naturaleza. Nos quedamos, como quien dice, con la miel en los labios. Ni rastro de Bolletus en toda la sierra de Guadarrama. Si había alguno se escondió muy bien a los ojos expertos de Teo. El pobre Javi no hacía más que recibir un no por respuesta cuando alertaba emocionado de un nuevo hallazgo. Aprendimos toda la variedad de setas venenosas y otras que aparentaban ser buenas. Por lo visto toda variedad tiene su falso amigo.

Paramos para comer después de haber atravesado un prado de vacas paciendo pacientemente. Sebas transportaba una piedra para que le hiciera de cojín, aunque aún nadie entiende el por qué… Jaime fue el primero en abrir bocado, se ve que tanta y tan infructuosa búsqueda le había abierto el apetito. A él y al otro Jaime y a todos en realidad. Fue tras el postre cuando Nacho sacó de su mochila la poderosa arma: un tirachinas capaz de perforar una lata y, aunque no lo comprobamos, de tumbar a un hombre sin darle opción a levantarse después.

Improvisamos un campo de tiro tras una segunda redada en busca del fúngico elemento. Había armas para todos, aunque no todos consiguieron dar al blanco. En sus marcas, apunten, ¡canica va!

tirachinas